Fue en aquel julio
dieciocho,
el de huevos descolocados,
todos rotos y
explotados
terminaron en bizcocho.
Y como a eso de las
ocho
mi ovillejo en verso y rima,
su esencia a nadie
lastima
y la que versea cuentos
lo incapacita en
momentos,
lo excluye y lo ilegitima.
Salgo
a patear la orilla
de otro sendero asfaltado
y me ha dejado
asombrado
lo rápido que el sol brilla.
Yo iba para
Granadilla
a la óptica de la lente
pero mi esposa
prudente
ve el recado de mi nuera
y pensó que mejor
era
que me quedara pendiente.
Y
sin más raja el serón
de hipopótamo ensillado
tanto
reproche ha cargado,
que no cabe en un sermón.
Palabras
que todas son
de denuncias infundadas
de historias
imaginadas,
tantas veces repetidas
que todo lo bueno
olvidas
de carantoñas pasadas.
Como el Balban con su
tiara
destroza la malanguita
en vez de agitar la piara
de
cerdos, la decapita.
A una bolsa precipita
el florero en la
escalera,
y con esta calentera
multiplica tanto la ira
que
nada entiende y no mira
los trámites de la nuera.
Gusta
como defenestra
macetas voluminosas,
muy mal puestas y
ambiciosas
mata el karma, lo secuestra.
Lo bueno que al fin
se muestra:
es que en la impoluta casa,
el tiempo tranquilo
pasa
y el sereno matrimonio
echa fuera aquel demonio
que
su bienestar arrasa.
18-7-2020