así corno te vistes
y como te levantas.
Que tu boca me sonría,
ligera como el viento
Al arroz no le pido enseñanza
durante cada día de la vida,
Has llegado a mi vida
con lo que tú traías
Tengo un nieto, no es pequeño,
se irgue como hombre maduro
al otro lado de un muro
de ondas, que ahogan mi sueño .
Le escribo desde el rincón,
donde siempre espera un beso,
reo de la vida preso
a la espera de otra opción.
Y en un tiempo de locura
vi los hijos con dilemas,
los nietos fueron diademas
al abuelo con ternura.
Amores intransferibles
en escala descendente;
mis padres, mención presente
y el de hijos indestructible.
Ya me despido aquí,
llevadla en volantas.
si quema el sol,
caminad bajo la sombra.
Si
su fatiga acechad,
sostenedla, mimadla, levantadla
que su cuerpo de algodón,
en vuestras manos no se deshaga.
Madre mía, ahora me toca a mi,
sostener al peso de mis años
mi fatiga, quizás prepararme la cama,
vendarme la llaga de tu ausencia.
En la lúgubre cripta del sigilo,
yace la madre de mi amor dormida
y en mi pecho está sangrando la herida
de ver romperse aquella rama en vilo.
Ya mustia la flor de fértil pistilo
que sólo vive para dar la vida,
hasta del mismo Dios fuiste escogida
para guiar mi alma en un mundo tranquilo.
Mírame, ¡oh madre!, en la extrema hora,
cuando a las sombras de mi noche oscura
ascienda ya con indeciso paso.
Quiero que el sol que iluminó mi aurora
sea el mismo sol que con su llama pura
languidezca las nieblas de mi ocaso.