martes, 13 de octubre de 2015

SABÍA QUE ESTABAS



Sabía que estabas, que vendrías
sabía que en tus ojos se ahogarían los míos,
hechos migas de extensos confines de hastío
y de remedar plácidos paisajes de remanso.

Antes de aparecer, te adiviné en mis entrañas
como algún semidiós que con flauta báquica,
avivara en mi carne una llama tenue, sosegada
amenazada de extinción, rodeada de mis hielos.

Al percibir mi oído el aura de tu palabra,
aquel día que el cielo fulguraba y era octubre;
advertí una caricia de suaves plumas blancas
como si nuevas alas me afloraran de pronto.

Con sigilo, prudente, te entregué mi alma,
aquella que había sido un arma victoriosa,
que había degollado todas las seducciones
a ti, mi ángel hermoso, te la entregué sin lucha,

Y tú con tu sonrisa, ¡oh tu risa que cura!
erradicaste de mí indignos dolores
pegando en mi cielo piadosas estrellas,
farolas de esperanza a mi locura.

Amanecer contigo

Dulcemente quiero besarte

cada día al amanecer,

despertar contigo y poder

entre mi sábana abrazarte.


Es el sueño ardiente que aclama

una caricia de tus dedos,

besar esa boca sin miedos

en complicidad con la cama.


Si no llego a la meta ansiada,

de aquel tan codiciado sueño,

al alba en silencio y empeño

pinto tu faz en mi almohada.


Vendrán pronto, vendrán los días

para esta pobre y corta vida,

la ensoñación será cumplida:

fundir tus ganas a las mías.


Dulce fuego en el que me abraso

tan apretado y tan fluido,

lo aciago ha desaparecido

y el sol brilla más en su ocaso.





Doña Angustía


Peligrosa señora es Doña Angustia
trota a lomos de lúgubre corcel;
y galopa rauda, insensible, cruel,
con lánguido rostro y sonrisa mustia.

Inquilina obligada del alma abandonada,
se regocija en la pena del amor perdido
como si todo en la vida perdiera sentido
y la felicidad vivida fuera truncada.

El amor se aleja, cual ave migratoria
busca otras fuentes de nutrición y riqueza
para dejar tras sí la escarpada pobreza
de aquella relación con penas y sin gloria.


NO TE ALEJES



No te alejes de mí ni por un solo día,
porque, no sé cómo decírtelo, es mucho tiempo,
y te estaré esperando como en los aeropuertos
cuando la nieve congeló aviones y pistas.

No te ausentes por una hora porque entonces,
en esa hora, se entrelazan las migajas del desvelo
y quizás toda la calima que anda buscando casa
penetre en la nuestra y mancille el suelo.

¡Que no se pierda tu contorno en la carretera!
¡Que no revoloteen tus párpados en la ausencia!
¡Que no enmudezcan los gemidos del amanecer!
¡Que no  se pierda del amor su esencia!

Porque en ese minuto te habrás ido tan lejos,
que yo surcaré el universo infinito averiguando;
entre la tormenta, el aguacero, el relámpago,
si reaparecerás o me dejarás aquí agonizando.