A mi madre enferma
Con su pequeña espalda
encorvada,
Sus hombros caídos al peso
de un haz
De noventaicuatro años que
por demás
Le dejan la brújula averiada.
Sus pasos ausentes, su voz
cansada
La afasia presente al verbo
reprime,
Más, la mirada lerda, que
le imprime
Fuerzas al dolor de verla
allí postrada.
Tortuoso le han marcado el
trayecto,
El devenir de los últimos
cuatro lustros,
Alejada de sus más
apreciados gustos
Y enajenada del más
sublime afecto.
Echada en aquel largo
sillón
De la residencia que con
esmero la cuida
Se le pasan todas las
horas de la vida
Entre cuidados, alimentos
y atención.
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