libó la miel de sus besos
inmerso en las suaves ondas
de un mar de delicadas caricias
que como rosáceas flores
en instantes de embelesos
amapolan su fas enamorada.
De hinojos, hasta el mismo sol,
persiste ante el brillo de su sonrisa
y el pertinaz frío del nordeste
desfallece ante el calor de su mirada.
En sus brazos encontró refugio
el carente y solitario viajero,
deambulante de caminos inciertos,
atinando en cada suspiro
el oxígeno que da vida al alma.
Cursó el significado de la locura
que enmascara la ventura de amor
y enajenando la angustia y la duda
se entregó con alma, vida y corazón.