Hoy
arribo, sosegado, a los setenta años
Y
estoy sacando lentamente del armario,
Desempolvando,
el baúl de mis recuerdos,
Sin
miedos, con gusto, con orgullo
Sin
esperar tanto, latente está la vida;
Me
acoge con alegría promisoria
Y
del baúl, desbordante el mejor regalo:
Chapada
en oro
puro:
la experiencia.
Venid
amigos míos, tomad asiento,
No
hay sofás mullidos, ni mecedoras;
Sólo
rocas de cuyují como el acero,
Y
muros de piedras imperecederos.
Mi
hogar es el salón rebosante
Para
un banquete esplendoroso,
Mi
fe inquebrantable a la cabecera
Y
a
frente, mi
asiento
en la mesa.
Con
el sustento del amor y la amistad,
Con
el Santero y el tinto del cariño,
Que
nuestras copas rebocen este día,
¡Ya
tengo los setenta cumplidos!
No
soy viejo. A penas comienzo la vida,
Digna
juventud que en el ocaso florece,
Mis
años son estrellas que me inspiran
Y
mis labios, cestos repletos de besos.
Venid
todos, venid, con amor os espero,
Estamos
en abril, en plena primavera,
Tantos
anhelos y nuevos propósitos;
La
ventura de exuberantes retoños.
¿Cuántos
de vosotros aspiráis a más?
Miradme,
tan sólo miradme y veréis;
Mi
indomable corazón palpita jubiloso
Y
fluye de mi pecho el inagotable amor.