A
mí increíble e inquieto bandido,
Furia
de hiperactivo pequeño remolino,
Con
sus atrevidos ojos de ensueño
Y
la risa que atiborra el amado nido.
Ese
intrépido interlocutor oponente,
Que
desde la precocidad del diálogo
Y
el gorjeo devenido en palabras,
Valida
la agudeza de su prodigiosa mente.
A
su pequeña casa de madera
Le
dio colores, calor y alegría…
¡Su
alma de niño volaba y soñaba
Remontando
pandorgas, jugaba, reía!
Desenredaba
hilos de trompos que silban,
Fabricando
papalotes recreaba su alma,
Los
tendía al infinito en lucha ensangrentada
Y
atrapaba mariposas en su inocencia blanca.
Pintó
acuarelas y cantó canciones…
Soñó
con idiomas que curan heridas,
Imaginó
trayectos con dorados senderos
En
regazos sin llanto ni oscuras esquinas.
Sintió
la caricia de una mano blanda,
De
pronto, emerge del niño de alma viva,
Quitando
espinas, alambres y vigas,
El
hombre guerrero de espalda activa.
Y
feliz, soñando sueños de ensueño,
Un
mundo más justo bueno y seguro,
Levantó
alas mi niño, remolino pequeño,
De
ojos vivaces mirando al futuro.
Valiente
capitán de uniforme y fusta,
Trepas
a mis brazos, me besas el alma;
Admiro
tu dedicación a lo que te gusta
Y
la inteligencia que tu mente derrama.
No
tengo para cada problema solución,
No
tengo respuestas para todas las dudas,
No
puedo cambiar el pasado sin razón,
No
puedo evitar tropiezos ni mudas.
Si
puedo escuchar y buscar contigo,
Las
réplicas y conclusiones más fluidas
Y
siempre mis brazos serán el abrigo
Para
protegerte y evitar las caídas.
Disfruto
de tus logros y alegrías
Sin
juzgar las decisiones de tu vigor,
Sin
trazar límites a tus fantasías,
Te
dejo espacio, apoyo, estímulo y amor.