martes, 6 de octubre de 2015

EN EL LECHO DE LA SOLEDAD


Veo como en solitario van pasando

lentas, mis horas de insomnio y fiebre,

¡ay! Y para evitar que mi alma quiebre,

¿Hay alguien a orillas del lecho velando?


Como enjambre que el panal abandona,

mis pensamientos zumban en mi mente

con ferocidad y constantemente,

inoculan ponzoña que al alma encona.


Sediento de amor camino hacia el día

de la apertura, del refugio entre unos brazos

que me rediman de inestables bandazos,

me arropen en quietud y me sirvan de guía.


Y mientras viva, estaré entre esos brazos

abrigado en el sosiego de su ternura,

sin salirse de los míos, ¡divina locura!

sublime, excelso, sin trabas, sin lazos.



A MI QUERIDO TIO PERUCHO

Te has ido definitivamente,

llegó tu hora, casi anticipada,

la gradual endeblez de tu cuerpo

detiene tu actividad;

en silencio te despediste 


sin adiós, sin movimiento,

como se va la niebla

como se nubla el cielo,

tomado de la mano del ocio

te reclinas en un descanso eterno.

 

Te recuerdo en el portal,

de tu casa observar

las hierbas del huerto

en abandono por la frágil

estructura de tus piernas;

pierde su aroma la piña madura

tristes están el limonero y el trino

del sinsonte en sus ramas,

solo el inseparable purito,

le calman al tío las ansias.


¿Dónde han quedado las risas

del pícaro tío ocurrente,

el chiste y el “cuentecito”

siempre a flor de labios,

la “medicinita” que la tía

con ternura rechaza?

Han hecho sitio junto a él

en el mundo del silencio,

solo recuerdos repetidos

en la anécdota presente.


En la sucesión del día y la noche

ora recomenzando la vida

ora la vida ya en su curso

ora la vida en su ocaso

se cerraron tus ojos

y tu estrella ilumina el camino

a tus hijos, con la dulzura

de tu vida y el brillo propio

del hombre, el padre, el tío

y del amigo entrañable.

 


MI PRIMER HIJO


A mí increíble e inquieto bandido,

Furia de hiperactivo pequeño remolino,

Con sus atrevidos ojos de ensueño

Y la risa que atiborra el amado nido.


Ese intrépido interlocutor oponente,

Que desde la precocidad del diálogo

Y el gorjeo devenido en palabras,

Valida la agudeza de su prodigiosa mente.


A su pequeña casa de madera

Le dio colores, calor y alegría…

¡Su alma de niño volaba y soñaba

Remontando pandorgas, jugaba, reía!


Desenredaba hilos de trompos que silban,

Fabricando papalotes recreaba su alma,

Los tendía al infinito en lucha ensangrentada

Y atrapaba mariposas en su inocencia blanca.


Pintó acuarelas y cantó canciones…

Soñó con idiomas que curan heridas,

Imaginó trayectos con dorados senderos

En regazos sin llanto ni oscuras esquinas.


Sintió la caricia de una mano blanda,

De pronto, emerge del niño de alma viva,

Quitando espinas, alambres y vigas,

El hombre guerrero de espalda activa.


Y feliz, soñando sueños de ensueño,

Un mundo más justo bueno y seguro,

Levantó alas mi niño, remolino pequeño,

De ojos vivaces mirando al futuro.


Valiente capitán de uniforme y fusta,

Trepas a mis brazos, me besas el alma;

Admiro tu dedicación a lo que te gusta

Y la inteligencia que tu mente derrama.


No tengo para cada problema solución,

No tengo respuestas para todas las dudas,

No puedo cambiar el pasado sin razón,

No puedo evitar tropiezos ni mudas.


Si puedo escuchar y buscar contigo,

Las réplicas y conclusiones más fluidas

Y siempre mis brazos serán el abrigo

Para protegerte y evitar las caídas.


Disfruto de tus logros y alegrías

Sin juzgar las decisiones de tu vigor,

Sin trazar límites a tus fantasías,

Te dejo espacio, apoyo, estímulo y amor.

 


A MI HIJA A SUS CINCUENTA



Nació una flor en el campo aquel,

Pero, caray, ¡que llorona era!

Todos la querían en sus manos

Pero ella no dejaba a cualquiera.


Vivió la infancia con mucha fuerza,

Ejercitando como relacionarse

Y aunque muy dura de cabeza,

También aprendió a desvelarse.


El amor llegó muy temprano,

¡Qué mundo, aquel, maravilloso!

Pese a que también la deprime,

¡Fue un tiempo tan hermoso!


Cayeron por cuenta gotas los hijos,

¡Ay! Dios mío, ¡qué dolor! ¡Cuánta ventura!

Tiempo para pensar sin respiros,

Desbordando, la flor, de amor y ternura.


Ahora, ¿qué quiere tener en cuenta

Para toda la corte que la rodea?

Que fuerte y sabia a los cincuenta

Ni una tímida arruguita le afea.


Para cubrir la historia de estos años

Un ramillete de versos aquí atrinco,

¿Imagina, usted, las cosas que han pasado

Desde mil novecientos sesenta y cinco?


¡Cuantas cosas vividas en diez lustros!

Desde aquella juventud algo imprudente;

¡Qué de iras, que de risas, amores y sustos!

En un poema no cabe tanta gente.