Como ríos de aguas raudas y potentes,
Que surcan cañones, quebradas y abras,
Brotan suspiros, sílabas, palabras
Arremolinándose en sus torrentes.
¿Cómo puedes creer que alguna gente,
En clave menor, tamaño bolsillo,
Te pueda deslumbrar con ese brillo
Real, descarado, muy inteligente?
Su terca lengua de rapaz inquieto
Le torna rojo, alterado y ansioso.
¿Qué nunca conseguirá ser discreto?
Lo sé muy bien, porque el niño es precioso,
Para mi complacencia y total gozo,
¡Qué placer hablar de él! Mi rey, mi nieto.
Estos versos saltan de la admiración de su arrobado abuelo, Carlos Otniel.
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