martes, 28 de mayo de 2013

Noche de Borrasca



Noche de Borrasca

Lo separó del rumbo,

la borrasca tormentosa;

noche insondable en el océano,

barco perdido en el mar.


La nave sin rumbo carga,

la nostalgia y la amargura;

murmurando sus temores

balanceada por las ondas.


En las manos caídas, el celular

silencioso, inerte entre los dedos,

sólo confiado a la bondad

de los dioses del destino.


Arrecia la borrasca en la fría

arrogancia de la noche,

y la ciudad se pierde

entre la oscuridad y el viento.


Remolinos de ansiosas palabras

instigan con dolor el miedo

que azota al pensamiento,

y la espera es tan notoria

que quebranta el corazón.


Una espesa niebla enmarca

el silencio de la calle empapada,

donde apenas una simple vela

alumbra la ausencia de sol.


Cuando… a la media noche

enciende luces, la mujer

de suspiro vehemente;

de suave caricia

y susurrar apasionado.


Y tras una cena frugal

se rinde la noche,

al calor de su llamado.


 

A mi madre


A mi Madre

Veo a mi madre desvalida,
Transitando en un mundo oscuro,
Que el Alzheimer levanta, cual muro
Que ya nada recuerda, todo lo olvida.

Allí siempre ovillada en aquel sillón,
De la sala que su cuerpo cobija,
Sin pensar en nada que la aflija
Con su mente desprovista de la razón.

Singular ternura a mi me asiste,
Verla allí, como un bebé indefenso;
¡Ah! Madre querida, como pienso
En las cosas que en el pasado hiciste.

Yo nunca fui tu consentido;
Quizás, por ser el hijo mayor,
Pero al proteger al menor,
Tus razones, madre, has tenido.

Pasan los años, vuelan las horas,
A Dios doy gracias constantemente;
Porque es muy grato sobre tu frente,
Poner mi beso, aunque sé que lo ignoras.



A mi único hermano


Son fuertes, hermano mío, nuestros lazos

Un mismo vientre y los mismos pechos

¿Desde cuando nos conocemos? ¡Desde el inicio!

Desde las edades irreflexivas e intranquilas.


Yo te abrazo, hoy, como al aire que respiro,

Como el agua fresca que sacia mi sed;

Somos sementeras en la misma huerta,

Racimos del mismo humilde sarmiento.


Tu corazón late cual paloma migratoria

Y el mío con vista de gavillan te acecha

Desde tus primeros e inseguros pasos

Hasta la última gota de mi postrera lágrima.


Te siento, tan lejano a veces, esquivo,

Fugitivo de motivos que no son tuyos,

De confines que no acercan distancias

Y sin que lo percibas, igual te mimo .


Eres el último atardecer de nuestros padres

El bastón de alguna herida, el compañero,

El dueño de los sueños, que una vez contamos

Socio del mismo cuarto y del cafecito mañanero.


Sé que recuerdas esos bellos momentos,

Señor del juego de pelota con desvalida tusa,

Belitre confidente de la “jueza municipal”

Herencia del café, del mango y las naranjas.


Eligió tu paso el camino del viento del sur,

Y mi rumbo siempre norte mantiene su curso,

Las paredes me comen las palabras,

Te abrazo, una y otra vez, como siempre.


Y sé que en la infinitud de la vida,

Nuestro pensamiento crea nuestro futuro,

Y el tuyo es fuerte como ráfaga de huracán,

Como amo y señor puedes redirigirlo.


En tu barca de proa a la recuperación,

El ciclón azuce la popa que acorte el trayecto

Y el heroico timonel de firme brazo

Sin novedad atracará en seguro puerto.

 


Tus besos



Con la magia

de los besos,

besos tuyos,

que son mis besos;

cual cascada

caen en torrente,

se suceden

como el día a la noche,

se agrupan

como las cuentas

de un collar,

se reproducen

en serie,

se multiplican

en cada encuentro,

se agolpan

en la memoria,

se añoran

en la distancia.


Alimentan el amor

cargados

de fe y esperanza,

canción

sin palabras

que se elevan;

vocalizando suspiros,

promesas,

con sabor a miel

y venturas impensadas.


A calor de cuerpo

y de perfume,

funden dos vidas

en un mismo aliento,

Condicionan

el reencuentro

donde palpita el amor

y arroban los sentidos.


No cedo a la duda



No cedo a la duda;
Sólo al temor cedo,
Aferrado al miedo
Que al corazón anuda.

Ser lo que se merece
A mi razón ocupa,
Este amor que aúpa
Y en sus brazos mece.

La fe recuperada,
Corazón liberado;
Al fin has encontrado
La mujer esperada.

Llenado el espacio,
Del corazón vacío,
Vibra éste, con brío
Y de su miel me sacio.

Tú, mujer deseada,
Que de amor me llenas;
No te llegarán penas,
Sólo amor en cascada.

Y mirando las flores,
Que adornan el prado,
Espero apasionado
Que de mi te enamores.

Nieve en el Teide

Nieve en el Teide

 

La nieve se ha adormecido en la cumbre,

las galerías cantan,

frente al ancho crepúsculo de invierno,

el agricultor soñaba

esperando la coyuntura

que propicia la abundancia.


¿Quién pudiera entender de las galerías,

el secreto del agua recién llegada?

Ese himno oculto a todas las miradas,

etéreo gorjeo, suave melodía

más allá de las almas.


Es increíble pero todo esto

que hoy es tierra inerte bajo el frío

será mañana, al amparo de los alisios,

todo verdor, desde las cañadas

hasta el inaccesible Teide

de nieve cubierto, todo cano.


Con la nieve que se disuelve,

mitiga su sed la huerta próvida,

la atarjea su caudal levanta

inundando la tanquilla, ¡el agua vuelve!


La semilla escondida su faz asoma,

sus rubias pomas la papa forja,

en arcas de coral la almendra cuaja,

alumbra el tomate de esmeralda y carmesí,

la platanera se dobla al peso de su dulce carga,

el maíz, de espiga altiva, ceba su grano,

el aroma del tinto, que la herida cura

y para nuestros hijos la alegría alcanza.


La nieve todo lo cubre sin borrar la forma,

con diestro pincel el paisaje corrige,

almacena esperanza, regula el clima,

augura buena cosechas

y reitera la breve sentencia:

Año de nieves, año de bienes”.