martes, 28 de mayo de 2013

A mi único hermano


Son fuertes, hermano mío, nuestros lazos

Un mismo vientre y los mismos pechos

¿Desde cuando nos conocemos? ¡Desde el inicio!

Desde las edades irreflexivas e intranquilas.


Yo te abrazo, hoy, como al aire que respiro,

Como el agua fresca que sacia mi sed;

Somos sementeras en la misma huerta,

Racimos del mismo humilde sarmiento.


Tu corazón late cual paloma migratoria

Y el mío con vista de gavillan te acecha

Desde tus primeros e inseguros pasos

Hasta la última gota de mi postrera lágrima.


Te siento, tan lejano a veces, esquivo,

Fugitivo de motivos que no son tuyos,

De confines que no acercan distancias

Y sin que lo percibas, igual te mimo .


Eres el último atardecer de nuestros padres

El bastón de alguna herida, el compañero,

El dueño de los sueños, que una vez contamos

Socio del mismo cuarto y del cafecito mañanero.


Sé que recuerdas esos bellos momentos,

Señor del juego de pelota con desvalida tusa,

Belitre confidente de la “jueza municipal”

Herencia del café, del mango y las naranjas.


Eligió tu paso el camino del viento del sur,

Y mi rumbo siempre norte mantiene su curso,

Las paredes me comen las palabras,

Te abrazo, una y otra vez, como siempre.


Y sé que en la infinitud de la vida,

Nuestro pensamiento crea nuestro futuro,

Y el tuyo es fuerte como ráfaga de huracán,

Como amo y señor puedes redirigirlo.


En tu barca de proa a la recuperación,

El ciclón azuce la popa que acorte el trayecto

Y el heroico timonel de firme brazo

Sin novedad atracará en seguro puerto.

 


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