Tímidamente despunta la aurora
con pereza la ciudad despierta,
el puerto se hincha de máquinas y pueblo
y el ferry hambriento atracado espera.
Al fin sus gigantescas fauces, abre
en un pis pas todo lo engulle;
remolino de motores que rugen,
faros rutilantes y pasos apresurados.
La diestra tripulación las amarras suelta,
lentamente
la ciudad se aleja
y tras la popa la estela persecutora
que al buque nunca alcanza.
Allí sentado, en solitaria butaca
mi esqueleto añora y descansa,
mientras en la cumbre iluminada
la mujer piensa, espera y ama.
Mujer de certeros pensamientos
más allá de una sonrisa, ama una mirada
no busca momentos, sólo acontecimientos
y a más de presencia, exige alianza.
1632013
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