Hablo de un amor fecundo,
avasallador e insondable,
que abona y enriquece
a mi pobre y estéril mundo.
Redoble de campanas,
clamor que ensordece
y resucita el destello
de una pasión temprana.
Acude la fascinante diosa,
declama tonadas de ensueño,
escala todos mis sagrarios
y criba mí arena y mis sueños.
Se
deja ver una mañana,
serena y frágil la rosa
y entreabre sus pétalos
dulce, ingenua y temblorosa.
Sutil se adentra en mi alma,
y ágil boga en mis arterias,
y devasta en su recorrido
mis murallas y sus periferias.
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