Asolar al querubín caído
El
enojo pendenciero de la vida
es el procreador del
dolor;
asolar al querubín caído
es
más fácil que decir adiós.
Es
mejor morir en la eternidad
de
una herida, a vivir en la aflicción
que
deja, cada instante de desamor
he
resuelto: para bien, la despedida.
Cuando
fenezca de este hediondo
circo
de anagramas:
viviré en la alegoría de mi
hecatombe
y entre ellos la maldita casualidad,
que
unos llaman desasosiego
y
otros, como yo,
le suelen llamar divinidad.
Entre
mis últimas jaculatorias,
estaría
vivir solo en aquellos que ame,
aunque ellos no lo
sepan,
aunque de ellos, no sepa.
Tal
vez morir de cobardía,
por no encarar mi
adversidad,
sea
el desliz cometido
mas, decir adiós a la
vida,
será empezar de nuevo el
camino
hacia la existencia consentida.
Entre
aquellos deseos de silencio
está mi más caro
sueño
descansar de la purulencia de este cieno
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