Nunca lastime la delicada flor que adora,
esa que en derroche de ternura sin excesos,
embalsama tu rostro con la miel de sus besos
la dulce, amorosa y gentil besuqueadora.
Ella te ama, te besa y en su interior evoca,
la singular caracterización de tus besos:
tiernos, tibios, fuertes, sinceros, puros, traviesos
y todos como un manjar, hechos para su boca.
Besos vivos, potentes, cariñosos, ardientes,
amantes, enérgicos y suaves a la vez,
apasionados y tiernos, dados sin doblez,
le arrebatan los sentidos dulces, vehementes.
Es el beso la llama más ardiente quizás,
que nunca podría el amor de su alma negar,
porque en una caricia y un te quiero al besar
están los detalles que no se olvidan jamás.
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