viernes, 21 de agosto de 2020

Tocar el cielo

 

Ese mágico embeleso

que arriba a tu alma

con el primer beso,

que dice lo que nunca

una palabra de amor

en alas de paloma blanca

tan quedito pronunció.


Es la chispa que pondera

a la llama ardiente

que no desaparece

y al octavo sol en rotación,

con la fuerza que perdura

y nunca muere.


Es la gota de rocío

a diario, en la hoja verde,

la palabra en el oído,

la mirada cómplice;

es así de fácil abrazar el cielo

cada día y para siempre.


Se deshace en alaridos

la acechante rutina;

no cabe entre las manos

que dan agua al dominó,

ni entre las almas entrelazadas

sentadas en el sofá

debatiendo las escenas

después del peliculón.


Fue breve la primera vez,

cálido y casi a hurtadillas,

tierno para almas longevas,

insatisfechas y anhelantes.


El beso, volvió a por más

y se quedó en las mañanas,

en las llegadas,

en las despedidas,

se quedó en la cocina,

correteó por el salón

y se multiplicó en la cama.

 
















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