Más
de setenta abriles;
se estrechan los caminos,
se planta la
sequía,
caen las hojas como en otoño.
Se angosta el
cauce del río,
se pierde el aroma de la flor,
se opaca el
cristal de la ventana
y no se escucha el canto del ruiseñor.
Se
encorva la palmera
y la higuera no da su fruto,
los
recuerdos se los lleva el viento
y vuelve la soledad como
compañera.
Tan solo el amor,
en un impulso de
vigorosidad,
inunda todo mi ser
reverdeciendo la
primavera.
Amor de protección,
de calidez y de
compañía,
de la coincidencia, de la existencia,
de
cuidados mutuos y recíprocos.
Es un volver a nacer
cuando
la edad de libertad personal
que me regresó al nido,
dispone
de tiempo para la redención.
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